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5 castigos positivos que funcionan para educar a los niños

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De niños, todos nos hemos dejado llevar por travesuras o comportamientos indeseables. A pesar de esto, puede ser desarmante experimentarlo como padre, ya que no siempre sabemos cómo reaccionar cuando nuestros pequeños no se comportan. La idea de «sanción» o «castigo» tiene una connotación muy negativa hoy en día. Sin embargo, un padre tiene el deber de educar a su hijo y enseñarle buenos modales, como el hecho de que toda acción tiene consecuencias. ¿Y si la solución fuera utilizar castigos positivos?

Una cosa es cierta: los castigos violentos deberían estar prohibidos

Algunos padres recurren a los gritos, a los castigos corporales (azotes, bofetadas, etc.), a las humillaciones, a los insultos o a las amenazas para hacer comprender a sus hijos que se han comportado de forma inadecuada. Sin embargo, la violencia, la venganza y la agresión son «sanciones» que no enseñan al niño nada más que miedo, estrés, inseguridad, baja autoestima y desconfianza. Un niño humillado, abandonado o golpeado también puede interiorizar que los conflictos con los demás se resuelven mediante la agresión y el odio. También es la peor admisión de debilidad para un padre que se enfrenta a un comportamiento que le supera. Recordemos que el papel de los padres es educar y enseñar al niño, no adiestrarlo.

Sin embargo, esto no significa que no se deba reaccionar e ignorar lo ocurrido, especialmente cuando el diálogo firme no es suficiente. Algunos padres pueden privar a su hijo de la televisión, quitarle su juguete favorito, prohibirle salir, privarle del postre o enviarle a una habitación apartada para que piense. Sin embargo, existe otra posibilidad: ¡el castigo positivo! Se trata de castigos adecuados a la infracción cometida y que tienen sentido. Esto permite al niño tomar la medida de sus acciones.

5 ejemplos de castigos positivos

1) Utilizar la reparación del material

Un castigo positivo siempre está directamente relacionado con el comportamiento que intentamos corregir o con el error cometido. Y en este sentido, la reparación (cuando es posible) es uno de los castigos más concretos. Consiste en limpiar o ayudar a reparar lo que se ha dañado o roto. También puede hacerse a cualquier edad, ya que incluso un niño pequeño puede limpiar la pared en la que ha dibujado o ayudar a recoger los trozos rotos. Esta tarea también ofrece la oportunidad de restablecer el diálogo e intercambiar ideas para afianzar este aprendizaje tan concreto.

2) ¿Y cuándo no es posible reparar?

No siempre se puede arreglar todo, pero siempre se puede intentar hacer las cosas bien. Al hablar con tu hijo, probablemente se te ocurra una idea para una reparación o compensación simbólica. La forma más directa es compensar con dinero de bolsillo si el niño es mayor. Sin embargo, también puede ser tan simple como escribir una carta de disculpa, tener una discusión con la persona que fue herida o hacer un favor en el jardín si el problema es una herramienta rota. De nuevo, elige castigos que estén relacionados con el error.

3) Privación, sí, pero no de cualquier manera.

Privar a un niño de su peluche (que es su medio para tranquilizarse) o a un adolescente de elementos esenciales para su desarrollo físico o intelectual (deporte, etc.) no es la mejor idea. En cualquier caso, la retirada debe estar siempre justificada. Por ejemplo, puedes quitarle el teléfono o la consola a tu hijo adolescente si le explicas que es porque no puede concentrarse en sus tareas. Mantenga su decisión hasta que su hijo entienda qué límites no debe cruzar y qué reglas de la casa debe respetar.

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4) Negociación, especialmente con los adolescentes

En la adolescencia, el aspecto a veces arbitrario de la autoridad puede ser difícil de aceptar y, por tanto, de respetar. Por eso, abrir negociaciones puede ser una buena idea. Al discutir, es posible encontrar un terreno común tácito y establecer un contrato de confianza. El niño o joven se siente escuchado y respetado. También permite poner las cosas sobre la mesa y establecer condiciones claras desde el principio. De este modo, cuando incumplan estas normas, sabrán a qué se exponen (por ejemplo, a no poder ir a la siguiente fiesta si no han cumplido el horario establecido).

5) Piensa en el refuerzo positivo

El refuerzo positivo consiste en destacar el buen comportamiento. Por ejemplo, si un niño se niega a prestar sus juguetes, elogiarlo cuando decida darlos espontáneamente o invitar al otro niño a jugar lo motivará a hacerlo de nuevo. No dude en explicar por qué esta actitud es positiva. En el ejemplo del juguete compartido, puedes señalar, por ejemplo, que hace muy feliz al hermano o hermana. Su hijo lo entenderá mejor y no volverá a cometer el error.

Los castigos positivos son buenos. Sin embargo, cada niño es diferente.

Cada niño es diferente. No hay una fórmula mágica para castigarles o hacerles entender lo esencial. Del mismo modo, no existen los padres perfectos y los que pretenden serlo probablemente no sean los mejores. Al final, cada uno hace lo que puede y esperamos que estas herramientas le sean útiles en su vida diaria y en la relación con sus hijos. Sin embargo, antes de terminar, recordemos la importancia de establecer reglas claras y tener expectativas bien explicadas, de lo contrario no se pueden seguir

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